Vietnam, más momentos y menos monumentos

Vietnam, más momentos y menos monumentos

15 / 08 / 17

 

Un domingo de julio, cercano a mi trigésimo noveno cumpleaños, comienza la nueva gesta. Vietnam sin planes. He decidido un gran cambio en mis viajes: quiero vivir experiencias y de paso, si llego a visitar algún lugar famoso o turístico, eso que me he llevado.

No quiero correr. No quiero estrés por llegar a ningún sitio recomendado. No quiero un plan diario que condicione el disfrute de cada minuto. No quiero ni ruido sonoro, ni psicológico.

Sólo quiero cumplir sueños como llegar a la frontera con China conduciendo una moto. Navegar por la bahía de Ha-Long. “Kayaquear” en aguas vietnamitas. Bañarme con locales y conocer sus costumbres. Quiero andar por la selva sintiendo esa agobiante claustrofobia al no poder ver la luz del sol, aun así, una sensación tan natural. Quiero ver bichos y mariposas, sin duda alguna, hadas encarnadas en animales con una elegancia que muchos humanos quisiéramos.

Me acabo de dar cuenta de que esta vez me he cargado la mitad de lo que tenía que contar tan sólo en la intro, pero es que ¡no he podido evitarlo!

Volamos a Estambul para hacer escala. Este aeropuerto es una colmena de vida. Con todo tipo de seres vivos ansiosos por volar. La actividad es frenética a las tres de la madrugada. Llegamos con fuerzas justas. No encontramos lugar de descanso. Los nervios de volar en “free” ya sabéis cuáles son: si no hay plazas, no subes. Es parte de nuestra adrenalina.

Si no subimos, no tenemos plan B.

“El viaje comienza cuando preparas tu mochila, no cuando llegas. Disfruta del camino”

Nunca hice el camino de Santiago, pero me imagino que llegar debe ser lo menos deseado. Que no se acabe nunca, ¿verdad? Disfrutemos del viaje hasta nuestro destino.

¿Será el sueño? No puedo dejar de divagar en cuál será la duración idónea de un post de viaje ¿Qué opináis?  Al final decido algo fundamental. La duración es ideal mientras que yo siga entusiasmado en contar mis emociones y vosotros, yo en un futuro, en leerlas y recordarlas.

Y si algún día no lejano, apenas recuerdo quién soy. Dónde estoy. Quién es mi familia. Me viene a la mente el papá de uno de mis hermanos. Con esa enfermedad que acaba de despertar en él. ¿O más bien, deberíamos decir que ha empezado a dormirle? Me emociono sólo de pensarlo. Me he criado con ellos. Con nuestras gamberradas e inolvidables historias. Con su cara de divertida frustración al enterarse de que no éramos unos ángeles. Aunque ya lo sabías.

A miles de kilómetros, te dedico estos pensamientos, mi viaje, tu nueva y triste aventura.

Colores, olores, personas, ruido, paisajes paradisiacos, algo de locura y caos en su orden establecido. Sinfín de emociones emergen en este país de contrastes.

Un país duro, con una cultura ancestral, atacada una y otra vez por la ambición humana. Su posición estratégica, sus ideas políticas, su riqueza natural, no sé muy bien por qué.

¿Por qué grandes culturas como la francesa, estadounidense que no americana, y la china han intentado y en parte logrado, herir a los vietnamitas? Hasta ellos mismos con una guerra civil que acabó en miles de mártires, pero peor aún, en más de un millón de muertes por hambruna en la posguerra.

El país con mayor excedente de producción de arroz mundial, cómo pudo llegar a semejante atrocidad humana. Algo se enfurece en mí. Ese algo desvía mi mirada hacia un presente no tan lejano geográficamente, cuya realidad no es muy diferente.

¿Por qué?– no deja de atormentarme esta pregunta durante unos minutos, horas en ocasiones.

¡¡Pero los vencimos!! – es la rápida y dura respuesta que sus rostros expiden al sonreír si les mencionas el tema. No articulan palabra. Pero te responden contundentes con su mirada.

No lo intentes– te dicen con su amable sonrisa

Arribar en motocicleta a la frontera china es un sueño. La ilusión es nuestro combustible. Más de ciento cincuenta kilómetros de curvas, montañas escarpadas, ríos, cascadas y valles de una belleza incomparable. La crueldad de los poblados choca con su cercanía. Fácilmente te dedican un cálido gesto. Principalmente en el norte del país, dónde parece ser que el capitalismo no ha arraigado con su atómica llegada. Más tarde, comprobamos como las zonas turísticas son como en cualquier otro país

Lo conseguimos. Con lluvia torrencial incluida.

Ah, pero todo no iba a ser tan fácil.

Anochece. Nuestro embrague se ha rendido, quemado.

Nuestra Yamaha no avanza. Estamos lejos de cualquier hostal o morada para unos intrusos como nosotros. Aparece Huang, o como al final acabamos llamando, Juan.

Nos ayuda. Intenta arreglar la avería en su taller mecánico sito en una aldea perdida. Llama al alquiler. Se lleva a Vanessa en su moto a no sé cuántos kilómetros de distancia mientras yo pataleo y acelero como Pedro Picapiedra. Busca un autobús para que se lleve la moto al día siguiente. Nos lleva a un hotel en su scooter. Si, los tres subidos y apretujados como si nos conociéramos de toda la vida. Como cuando iba a pedir prestadas unas naranjas con Luis y Vicente, con tan sólo 14 años. Reímos. Vanessa y yo no cabemos en nuestra felicidad. Parece ser que estábamos llamados a conocer Vietnam en su estado puro, después de una maldita avería que a muchas personas hubiera destrozado parte del viaje. Sinceramente, creo que fue el mejor momento, de éste, y de unos cuantos otros viajes.

Juan no habla inglés. Juan sólo quería ayudar. Juan ni siquiera aceptó una cerveza. Le esperaba su familia en su hogar, el cual nos ofreció. Al principio, hemos de decir que nos asustó.

¿Por qué? Por qué narices mis primeros momentos fue de desconfianza. No quiero escribir la respuesta que ya conozco.

Avión, bicicleta, motocicleta, sleeping-bus, sleeping-tren, taxi, kayak, canoa, barco y nuestras piernas

No puedo pedir más. Hemos experimentado Vietnam y su caos logístico en todas sus variantes. Como una imagen vale más que mil palabras, espero tener pronto el vídeo que estoy preparando y dedicar exclusivamente unas palabras a este topic.

No puedo dejar de expresar mi pena al embarcarnos en la bahía de Ha Long. Llegar a Catba y su puerto totalmente descuidado, con basura por doquier, ya es un shock. Es la zona menos turística de dónde partir, al menos si hablamos de visitantes internacionales. Vemos que es lugar de peregrinaje diario de excursionistas locales. Llenos de ímpetu consumista, pero con pocas costumbres de llevarse la basura en sus bolsillos.

 

Durante la primera hora del crucero de dos días, me quedo callado. Silenciado por la gran cantidad de botellas, desechos y cualquier tipo de resto de uso humano que la corriente ha llevado hasta la bahía que navegamos. No dejo de expresar mi negativa emoción con los compañeros de viaje de estas cuarenta y ocho horas.

¿Recordáis los típico vídeos y noticias de cualquier red social, dónde se ven gráfica y literalmente, mares de plástico flotantes? Estos vídeos que durante unos segundos te afectan pero que en los tres minutos siguientes se me olvida y me voy al supermercado como cualquier semana a realizar mi compra, sin inmutarme de las consecuencias que tienen para nuestro hogar el consumo desmesurado de recursos y la gestión de sus desechos.

 

No pude bañarme en estas aguas salvo en aquellas zonas donde la natural barredora oceánica, ha escondido nuestras vergüenzas en otra bahía más lejana o apartada. La temperatura del agua era altamente desmesurada. ¡¡Hasta los más frioleros hubieran rechazado aquel caldo!!

Todo ello empaña una reserva natural que, tanto por la conciencia local, como por el desmesurado turismo internacional, se parece más a cualquier vertedero de Valencia, en algunas de sus maravillosas bahías.

Celebramos mi cumpleaños a bordo. Rodeado de daneses, alemanes, franceses, holandeses y canadienses Día inolvidable, remando por rincones soñados, bañándonos en algunos lugares donde el patrón ya sabe que la corriente nos beneficia, sintiéndonos auténticos piratas escondidos en cavernas casi inaccesibles. Y rematando con la amabilidad vietnamita. En mitad de la nada, fondeados en la oscuridad, con algún poblado flotante de invitado, se apagan las luces, y el capitán aparece con una tarta que todavía nos preguntamos de dónde la habría obtenido.

Una tarta con mi nombre completo, que ya es un reto para ellos. Perfectamente ejecutada con chocolate, ¡¡¿no se habrán metido en mi perfil de Face para conocer mi perdición por este oro negro!!?

Por supuesto, un momento que jamás olvidaré: mi especial trigésimo novena celebración en el mar de la China Meridional.

El viaje comienza a su fin. Hoi An es la ciudad elegida como último destino. Recomendada por sus vivas luces, colores, street food y gran ambiente. Sus alrededores tampoco nos dejan impasibles. Nos sumergimos en su cultura local, literalmente nos perdemos.

Para finalizar el día, me quedo reflexionando: noche de hotel en zona turística es igual a la de cualquier hotel en temporada baja en España. Atractivo visual, para el olfato, pero no llega al alma. Es un lugar orientado a nuestros bolsillos. Poco tiene que ver con el Vietnam del norte.

 

Dieciséis horas en tren hasta la capital. Tren cama dura. El más barato. El que utilizamos los locales, aunque sea una vez en nuestra vida. ¿Verdad que son demasiadas horas si lo piensas? ¿De verdad que la comodidad brilla por su ausencia? ¿Verdad que es agobiante cuando el aire acondicionado se estropea durante unas horas?

Si, si y sí, con fuerza, pero jamás olvidaré aquellas vistas que ningún asiento de business en avión puede regalarte. Ni la mezcla de olores sin envoltorio. Ni esa extraña sensación entre atracción y repudia a la que te invita el carrito de la comida a bordo.

Son horas suficientes para despedirnos de este amable, barato y paradisíaco país.  Son pocas dos semanas, pero han sido intensas. Vietnam enamora. Sus gentes, su gastronomía.

Sus trenes eternos. Aun así, si tuviera que repetir este trayecto, lo volvería a sufrir en tren.

De nuevo, en este tren vietnamita.

Hẹn gặp bạn sớm.