Diciembre 2017.
La vida en dos milímetros
La vida en dos milímetros
Hoy te escribo a ti, a ti Rodicio, si, si. A ti Víctor que de vez en cuando también necesitas que te diga cuatro palabras. Eres otro humano más. Otra persona que debe tener sus momentos tristes. Otro de tantos que algún lunes no quieres levantarte de la cama porque no has encontrado tu Ikigai diario.
¿Te crees positivo en todos tus genes? ¡Qué fácil es presumir de lo bueno! ¿Verdad?
No lo eres.
No lo eres y además es lo que te hace superarte conforme envejeces. Crecer personalmente es el resultado de sufrir momentos menos agradables. De esos que no publicamos en Facebook u otras redes sociales.
Cuesta compartir una mala noticia sin ser juzgado, sin ocasionar pena, sin que sientan compasión por ti. Y tal vez es lo que has buscado algunas veces, ¿Me equivoco?
Sentirte escuchado, tan “solo” eso.
¿Y vosotros?
No pasa nada amigo, eres humano, te lo dije. Te conozco bien.
¿Ves, ya estás sonriendo un poquito?
Ahora bien, te escribo Victorio, para que en estos momentos más duros, tal vez en esta pre-crisis de los cuarenta, recordarte que siempre te has levantado. No sólo te has levantado, si no que encima has luchado como un jabato por tus sueños.
Como un gran amigo me dijo en mi boda, “no tienes límites”. Los tengo Jorge, pero es que me encanta conocerlos. Lo que yo llamo un “borderline” en toda regla.
El primer ejemplo sabes bien cuándo fue. Teniendo veintidós años te rompiste el tendón de Aquiles
-Ya veremos si puedes volver a jugar a frontón o fútbol-me sentenció el cirujano
Alguien debería ofertar cursos de comunicación y empatía de vez en cuando en algunos sectores públicos. Son auténticos profesionales y especialistas en su profesión, pero en ocasiones, son humanos también.
Y la verdad es que en esta primera ocasión le hiciste bastante caso. Tus siguientes años no fueron los mejores. Abandonaste por completo el deporte para sumergirte en el trabajo. Trabajo y salidas de fin de semana. Bien sabías que no andabas por tu camino hacia la búsqueda de la felicidad.
Aun así, conseguiste remontar. Olvidaste por completo aquélla sentencia. Empezaste a surfear con más asiduidad. Tanto en la nieve como en el medio acuático. Y disfrutabas. Comenzaste a encontrarte. Descubriste parte de tus pasiones.
Te revelaste con coraje, constancia, ilusión por descubrir…….
¿Pero no fue fácil verdad? Muchos lunes como el de ayer pasaron por tu mente, como cualquier ser humano. Permíteme que te recuerde Vic, que muchas personas te apoyaron. Desde cerca, desde la lejanía. Te dejaron caer, con cautela, para que aprendieras. Y lo lograste. Pero te vieron izar como la mayor de un velero de treinta y cuatro pies de eslora, navegando hacia Cullera.
La vida se volvió a poner terca contigo. Muy terca en el año dos mil siete. Una enfermedad en la columna vertebral de por vida. No sólo serás débil por tu tendón de Aquiles roto, como en la leyenda, si no que tu espina dorsal tiene una edad cuatro veces superior a la que le corresponde. Es decir, se desgasta y las hernias serán tu lacra.
¿Te acuerdas de aquélla tarde de primavera? Esperando en la cuneta de la autovía de Alicante porque tus extremidades no respondían.
Tan sólo unas horas después, estabas en el quirófano. Llorabas. Habías retomado con entusiasmo la vida deportiva como balanza, como escape, como pasión complementaria. Y te prohibieron casi todo aquello por lo que madrugabas los días no laborales, y alguno laborables también.
¿Qué hiciste, cabezón? ¿Lo recuerdas?
Acabaste un triatlón olímpico, y además, gracias a que entrenaste y tuviste esa “maldita constancia” que tanto te cuesta a veces, te propusiste un Half Ironman. Y lo lograste Víctor.
Te gusta soñar. Te gusta que corra ilusión por tus venas, te gusta esa adrenalina y mariposas cuando te propones nuevas locuras.



Pese a todo, sigues teniendo tus días, tus semanas. Tus momentos insoportables en los que te reinventas por minutos. Respira. Disfruta. Para complacerte de los buenos momentos hay que pasar por los malos. Recuerda de dónde vienes. Eres humano “Rodi”, sigo recordándotelo en este post.
Septiembre de dos mil diecisiete. Dos milímetros te han separado de nuevo de la silla de ruedas. Pau estaba cerca de ti, como otras veces. Vanessa no ha dejado de acompañarte, más bien, soportarme diría yo. A dos semanas del triatlón de Valencia, te rompes el cuello en la más estúpida de las caídas playeras que jamás se hayan conocido en la contornada valenciana. Esto dicho en valenciano suena “molt millor”.
Llorabas desconsolado. Sentías como se escapaban tus sueños por los que esta vez más habías entrenado. Horas de madrugón y frío para correr con “Los Madrugadores” de Poblats.
Un viaje a Estados Unidos por motivos profesionales. Todo se iba por la borda.
Sesiones de bicicleta mañaneras hasta la Albufera y volver, para ver si bajabas tiempos con ese viento lateral que tanto odiabas.
Truncabas el viaje del año: Sudáfrica, fastidiando por lo tanto a tu princesa. Tantas cosas se me pasaban durante esos interminables minutos en la acera de La Patacona con la vértebra rota, llorando y cantando para ahogar las impotencia y penas.



¿Te das cuenta que un domingo lluvioso puede aparecer y marcharse en cuestión de minutos?
¿Te has planteado disfrutar de esas borrascas también? ¿Y vosotros, amigos lectores?
-No ha soldado correctamente y además se ha desplazado-me informa mi neurocirujano. Digo mío por todas las veces que he ido ya a verle.
– Tus dedos han perdido sensibilidad y motricidad. Lentamente las recuperarás, si te operas de urgencia.
El veinte de diciembre entro de nuevo. Me suena mucho esta situación. Estás contra las cuerdas de nuevo.
Si no fuera por esta caída, estarías más fuerte que nunca. El resto de hernias habían mejorado. Incluso una protusión de quirófano ineludible, había evolucionado favorablemente. Pero, no. No tenías que ponerlo fácil. Un despiste. Unos segundos. Y tu vida, vuestra vida, puede cambiar para siempre.
Sin embargo, te retaste de nuevo. Te marcaste límites insospechados para ti, hasta ahora.
Con un positivismo desmesurado te inscribiste en mayo a la travesía de la Isla de Tabarca, seis kilómetros nadando. No sabes ni cómo los acabas. ¿O sí?
Con un neopreno totalmente inadecuado y una boya atada con un cabo que se te suelta nada más empezar. Eres ridículo a veces, pero te encanta. Tu fuerza mental, que tanto pesa en ocasiones, es el ADN que alimenta tus órganos. Tu pasión te hace levantarte cada día.

C.A.R Patacona, no puedo dejar de daros las gracias una y otra vez. Gracias por el apoyo y motivación. Es un placer veros cerquita en las travesías y entrenes.
Rosario, eres parte de nuestra motivación ¡¡Benidorm fue nuestro!!!
Para más inri, y como tu insensatez es latente, en octubre: Oceanman Benidorm. Te planteas la gran locura. Más de nueve kilómetros de olas revoltosas. Más de 3 horas. Acabas en una posición espectacular, ante auténticas bestias acuáticas. En el campeonato del mundo de amateurs en travesías abiertas. Vuélvelo a leer para creértelo, anda.
Una vez más, has logrado imponerte a ese lunes oscuro. Ese domingo depresivo de inactividad necesaria, que te sumerge en esa mini situación de “todo lo veo negro y disconforme”. Lo que viene siendo una “nube negra” como dice mi solete.
Cuantos más lejos, mejor.
Hoy te escribo para que te veas, te recuerdes, en esos momentos de calamidad dónde todo es efímero y mejorable, para que te sientes, y lo disfrutes. Lo saborees.
Te sientes y te propongas tu nuevo reto para mañana, pasado o la temporada que viene.
Te volverás a romper, lo sabes, estás enfermo. Pero lo disfrutarás y darás las gracias a todas las personas que has tenido cerca en estos años, y sobre todo a tu familia, que te lo han repetido todos los días hasta hoy: no tienes límites. Y si los tienes, al menos, lucha por conocerlos.
Fran, tú tampoco los tienes. Te admiro hermano. Estas letras también son tuyas. Por todas las veces que tú me has ayudado a levantarme. Siempre estaré a tu lado.
¡¡ Qué pesado !!
